sábado, 2 de enero de 2010

Paranoia: un canto - Stephen King

Ya no puedo salir.
Hay un hombre junto a la puerta
con impermeable
fumando un cigarillo.

Pero

Lo he anotado en mi diario
y las direcciones están todas en una columna
sobre la cama, ensangrentadas por la luz
del letrero del bar vecino.

Él sabe que si muero
(o incluso si desaparezco)
aparece el diario y todo el mundo se entera
que la CIA está en Virginia.

Quinientas etiquetas compradas en
quinientos mostradores de tiendas, todas distintas,
y quinientos cuadernos
con quinientas paginás cada uno.

Estoy preparado

Puedo verle desde aquí.
Su cigarillo brilla
por encima del cuello de la gabardina
y por alguna parte hay un hombre en un metro
sentado debajo de un anuncio y pesando en mi nombre.

Los hombres me han setenciado en cuartos traseros.
Si suena el teléfono sólo hay aliento de muerte.

En el bar, al otro lado de la calle, un revólver
ha cambiado de dueño en el lavabo.
Cada bala lleva mi nombre.
Mi nombre está escrito en viejos ficheros
y buscado en las listas del depósito de cadáveres.

Mi madre ha sido investigada;
gracias a Dios que ha muerto.

Tienen muestras de escritura
y examinan las vueltas de las pes
y las cruces de las tes.

Mi hermano está con ellos, ¿saben?
Su esposa es rusa y él
no deja de pedirme que rellene formularios.

Lo tengo en mi diario.
Escuchen...
escuchen
escuchen por favor;
deben escucharme.

Bajo la lluvia, en la parada del autobús,
negros cuervos con negros paraguas
simulan mirar sus relojes, pero
no está lloviendo. Sus ojos son dólares de plata.

Algunos son eruditos a sueldo del FBI,
la mayoría estranjeros que invaden
nuestras calles. Les engañé
salté del autobús entre la Veinticinco y Lexington
donde un taxista me miró por encima de su periódico.

En la habitación que hay sobre la mía, una vieja
ha montado una succión eléctrica en su suelo.
Se lleva rayos de mi instalación eléctrica
y ahora escribo a oscuras
al resplandor de letrero del bar.
Les digo que lo sé.

Me mandarán un perro con manchas pardas
y una radio de telaraña en el hocico.
Lo ahogué en la fregadera y lo escribí
en la carpeta GAMMA.

Ya he dejado de mirar el buzón.
Las felicitaciones son cartas-bomba.

(¡Aléjate!¡Maldito seas!
¡Aléjate!¡Ya conozco a los altos!
¡Les digo que conozco a gente muy alta!)

El pequeño restaurante equipado con suelos parlantes
y la camarera dijo que era sal, pero yo reconozco el arsénico
cuando me lo ponen delante. Y el gusto amarillo de la mostaza
para encubrir el amargo olor de las almendras.

He visto extrañas luces en el cielo.
Anoche, un hombre oscuro, sin rostro, se arrastró trece kilómetros
de recorrido de cloacas para salir en mi retrete, esperando
oír llamadas telefónicas a través de la endeble madera
con orejas de cromo.
Se lo digo, hombre, oigo.

Vi las huellas embarradas de sus manos
sobre la porcelana.
Ya no contesto al teléfono,
¿saben?

Se proponen inundar la tierra con mierda.
Se proponen penetrar a la fuerza.

Tienen médicos que
abogan por extrañas posturas sexuales.
Fabrican laxantes con droga
Y supositorios que queman.

Saben cómo apagar el sol
con explosivos.

Yo me envuelvo en hielo... ¿saben?
Evita sus infralcances.
Conozco encantamientos y llevo amuletos.
Podéis creer que me teméis, pero podría destruiros
ahora, en cualquier momento.

En cualquier momento.

En cualquier momento.

¿Quieres un café, mi amor?

¿Les dije que ya no puedo salir?
Hay un hombre junto a la puerta
con un impermeable.

2 comentarios:

  1. ¿Quieres un café, mi amor?

    ¿Les dije que ya no puedo salir?
    Hay un hombre junto a la puerta
    con un impermeable.


    Puto Stephen colgao xD

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