Sinhumanos.

Mira a los ojos una persona cualquiera y observa cómo aparta su mirada. Me sorprende la poca humanidad que tienen algunos, tan vacíos de ella como los maniquíes que pretenden imitar.

Hace unos días me sorprendí cuando un hombre viejo y encorvado que tenía dificultades para caminar no podía encontrar dónde sentarse en el autobús, un autobús que en su entrada estaba lleno de jóvenes que ocupan dos asientos y se aislaban del mundo con su mp3. Le tuve que invitar a sentarse a mi lado, porque al conductor del autobús parecía importarle una mierda el viejo que acaba de entrar; ya le había cobrado el ticket. Justo al salir, el pobre hombre tardó bastante en dejarme hueco para salir. El conductor del autobús ya estaba arrancando y me cerró la puerta en los morros. Tendría mucha prisa. Los gritos de Moisés avisándole de que me había quedado dentro hicieron que, a regañadientes, tuviera que hacerlo. Salí, no sin antes recibir un consejo de una simpática viejecita: "La próxima vez no tardes tanto". Será hija de puta.

Parecemos robots. Egoístas. Pensando en nosotros mismos. Yo, yo y yo. Somos uno más entre extraños. Aparta el contacto visual de los extraños. Aparta el contacto visual del mundo.

Pensar en la gente racista conociendo a Moisés me da ganas de curar la ignorancia a patadas. Un pelo canoso y rizado, unas manos grandes y cubridas de callos, unos ojos amarillentos y un corazón que no le cabe en el pecho, ahí tenéis a Moisés. Una de esas personas que te miran a los ojos al hablar y que, con las pocas palabras que puedes llegar a entender, te hacen comprender justo lo que quiere decir. Una de esas personas que derrocha humanidad. Pero es marroquí, claro, y los moros son malos. Son malos y hacen explotar cosas, eso es lo que te dice la tele. La tele. Será hija de puta.