domingo, 2 de enero de 2011

La revolución no será televisada

Nos lo están poniendo a huevo: sube el recibo de la luz hasta límites insospechados (un 9,8%) al tiempo que la telebasura se extiende de manera imparable por todas las cadenas. ¡Apaguemos la puta televisión! Iniciemos una huelga de antenas caídas que nos permita, además de purgar nuestros deteriorados intelectos audiovisuales, ahorrar una bonita suma de dinero. Y sin tener que llegar a extremos dramáticos, como todas esa mujeres embarazadas que piden a los médicos que les adelanten el parto para poder dar a luz antes del día 31, y así cobrar los 2.500 euros del cheque bebé que se suprime en enero.



Apagar la televisión será el comienzo de la revolución. Con la pantalla en negro el poder se estremecerá, puesto que quedará cerrada su vía favorita para anestesiar e intoxicar a la población. El altavoz de la propaganda política, mudo. Se acabaron los tertulianos crispantes, los políticos hipócritas, los informativos deprimentes y el ocio basura. Sin publicidad televisiva quizá incluso dejemos de consumir como bestias descerebradas. El individuo, liberado de telediarios tendenciosos y entretenimiento alienante, podrá recuperar viejas y buenas costumbres: los libros, los amigos, las cañas, la conversación, la música, el campo, el cine…

El poder no se recuperará con facilidad de semejante bofetada. Tendrá que crear nuevas redes de propaganda, tarea que le llevará años: internet aún se le escurre entre sus dedos grasientos. Tiempo más que suficiente para que los ciudadanos tomemos el mando y exijamos relevos. En la política, en la cultura, en la empresa, incluso en la televisión…

Con sólo apretar un simple botón del mando a distancia, el rojo, estamos levantando una barricada. Stop!!!!


Javier Pérez de Albéniz, 30 de diciembre de 2010

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